Todos los dĂas como el de hoy, se me inunda la memoria de nostalgia. Sobrevuela por mis sentidos el pañuelo blanco que cerraba el fajĂn que abrazaba mi tĂșnica de nazareno; humedecen todavĂa mi corazĂłn, despuĂ©s de tantos años, las lĂĄgrimas de DamiĂĄn, sentado en los escalones del altar mayor de la antigua capilla, mientras el cielo derramaba a chorro las suyas.
En mis oĂdos, todavĂa aletean las notas de las dulces saetas de "Palomo", con todos mis respetos porque no recuerdo su nombre, esas que le cantaba a su Virgen a las dos o las tres de la madrugada con sĂłlo dos velas encendidas.
Mis hijos a los hombros, como una particular forma de costalerĂa, en la que creo que todos los padres hemos tenido la suerte de participar.
La mirada perdida de mi padre, que la estarĂa mirando con el alma, ya que con los ojos le era imposible, en su Ășltima Semana Santa con nosotros.
Cruce de miradas con Ella con los ojos velados de lĂĄgrimas, pidiendo protecciĂłn y agradeciendo todo lo bueno recibido.
En fin......, huellas que quedan prendidas en un rincĂłn del alma y que jamĂĄs, bien digo, jamĂĄs; pase lo que pase, gire el mundo para donde gire, nunca dormirĂĄn en el olvido.
Por palio tenĂas un palio azul,
añoranzas de alegorĂas de muerte,
el triunfo, ante un esqueleto inerte
y sobre el mundo de la Santa Cruz,
en homenaje a ti titular
el Dulce Nombre de JesĂșs.
Con el crepĂșsculo de una tarde de pena
y con ojos llorosos sales a SanlĂșcar,
bien sea con saya negra o pĂșrpura
los sanluqueños igual te esperan;
para ver tu cara dulce de azĂșcar
fina, bella y radiante azucena.
¿Por quĂ© miras al lado madre?
¿Es que no quieres mirar al cielo,
para no contemplar en tu palio,
iluminado por el sol de la tarde
la muerte de tu hijo, Dios Cordero?
TĂș estĂĄs sola Soledad.
aunque estemos contigo esta tarde;
mas tan sĂłlo con mirarte
y ver tu cara llorar,
da pena no ser estandarte
para poder aliviar
esa pena tuya grande.
La plaza es un revuelo
para ver tu caminar;
la mĂșsica empieza a sonar
rezuman arte tus costaleros
y pone su vos el capataz....
mis ojos ya estĂĄn llorando
y mis labios dicen al rezar:
Campanillas del cristal
que adornĂĄis las bambalinas,
decidle al aire que la quiero,
y a la hora de mi muerte
cuando suspire mi Ășltimo anhelo
Soledad coge mi alma en tus manos,
y llévala con tu Hijo al cielo.
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