Esta palabra proviene del astur-leonés "povisa" (Ceniza aún ardiente que vuela o salta de una hoguera) y que la RAE la califica como:
Partícula ligera y pequeña de materia inflamada que se desprende de un cuerpo en combustión y que acaba por convertirse en ceniza.
Como en el volcán que está pisoteando a la isla de la Palma, el centro siempre es el fuego, la luz, como el sol, y las pavesas son las astillas candentes que desprende ese fuego.
Pero no todo es fuego lo que reluce...
Hay corazones candentes, especiales, tiernos, iluminados, que mantienen su fuego encendido para que los más fríos, los más dejados, los indiferentes, los tristes, tengan la posibilidad de absorber un poco de calor, un poco de luz para sus vanos interiores.
Esas personas que irradian en cada momento pavesas de alegría, de sinceridad, de buen hacer, son unas personas bendecidas por los dioses, pero más bendecidos se deben sentir los que reciben, aunque solo sean las pavesas, sin ni siquiera merecerlas.
Pero en esta reflexión hay una parte peligrosa, un trozo en el que debemos de poner mucho cuidado, un fragmento en el que tenemos que estar alerta, y es estar muy al loro de "las pavesas a pilas".
Esas son pavesas que brillan en la falta de luz, que alumbran en algún momento la oscuridad de la noche, pero que si te rozan te darás cuenta que no tienen ni una pizca de calor.
Hay que huir de las pavesas que no calienten, aunque nos quemen la camisa como pasaba con las pavesas que caían de los cigarrillos que nos fumábamos antaño.
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Foto extraída de la página: wordlis.com |