El paso del tiempo ha cubierto tu cuerpo de
arrugas, surcos imperecederos que vislumbran tu edad, pero que indican que has
vivido, has vivido mucho.
¡Has conocido a tanta gente!.
Siempre fuiste callada, sencilla, incluso diría yo
que humilde; aunque en el transcurso de los años manejaste mucho dinero y por
tus manos pasaron infinitos manjares y buenos caldos.
Tuviste la virtud, y eso te hizo ejemplo, de
escuchar callada las conversaciones de los que te rodeaban; jamás un reproche,
jamás una contestación, aunque algunos incluso tuvieron la osadía de golpearte
en algún momento del fragor de su debate; otros, encontraron en ti un punto de
apoyo importante ante la adversidad.
Tu imagen luce betas más oscuras que se confunden
con tu rubio y lo hacen menos brillante, quizá también por ese paso del tiempo
que es inexorable; has asistido al rodaje de películas, programas de
televisión; has escuchado cante del bueno y has acompañado a muchos en sus
celebraciones como estatua vigilante.
En fin, años y más años, gente y más gente delante
y detrás de ti, el paso del tiempo te ha dado la misma solera que las barricas
que duermen más adentro de donde resides. Al final, como todos, serás pasto de
las llamas, ojalá sea dentro de muchos años y de muchas peripecias más por
vivir, de momento sigues perdurando en el tiempo.
Si quieres conocer a mi amiga, puedes acercarte a
la taberna Manuel el Sargentillo, pedir un botellín muy frío y apoyarte en ella
para hacerle un poco de compañía.