Últimamente es muy común que pase en coche, de copiloto, por el famoso puente sevillano del Quinto Centenario.
Ese puente que cruza el Guadalquivir camino de Cádiz formando parte de la SE-30 tiene cinco carriles, dos de ida y dos de vuelta fijos y un carril central reversible, que lo mismo se utiliza para entrar en Sevilla como para salir, depende de la densidad del tráfico que circule en cada sentido en un momento determinado.
Cuando el carril central está cerrado, y lo puedes ver en las señales luminosas que hay en alto, el carril está señalizado con un aspa roja, y se ve desde un kilómetro o kilómetro y medio antes de entrar en el puente; eso indica que si vas por el tercer carril te tienes que pasar al de tu derecha antes de llegar al puente.
Pues bien, hay una cantidad ingente de "listos", incívicos y faltos de educación ciudadana que adelantan por ese carril, no soportando la cola que aguantan los que van por los otros carrilles; y una vez que llegan al final, pues no tienen más remedio que intentar meter el coche en el carril correcto, aprovechan para hacerlo la distancia de seguridad que mantienen los conductores y conductoras que respetan las normas; conllevando eso parones, y una lentitud horrible en el atasco. Si todos respetaran las señales y se pasaran en su momento al carril correcto, la circulación, aunque densa, sería más fluida.
El otro día pensando, y repensando cómo evitar que los que no tienen consideración se cuelen y entorpezcan al resto, he encontrado una solución coherente; una táctica que deberíamos seguir las personas de buen conducir y es la siguiente:
En el momento que se vea el aviso que el tercer carril está cortado, los conductores que circulen por el segundo, deben pasar a circular entre el carril dos y el carril tres, no dejando adelantar a nadie que intente saltarse el atasco por la cara, en detrimento de los que esperan.
A grandes males, grandes remedios.