Viste de negro, con camisa blanca y corbata oscura; tiene aspecto de chico de Liverpool pero ya un poco mayorcito, y debe ser el salvaguarda de la legalidad y la normalidad en su comunidad, pero le gusta el juego.
Tiene una pistola, un colt del 45 de tambor, se pasea con ella continuamente; hace unos meses, unos socios pero no amigos, le regalaron una bala, una bala de oro supuestamente, que tiene grabada las letras D.U.I.
El hombre de negro, que ora anda acelerado, ora pasea reposado por pasillos y salones, aficionado al riesgo, decidió jugar a uno de los juegos que más peligro conlleva: la ruleta rusa.
Introdujo la bala en su colt del 45 y giró el tambor varias veces, auspiciado por un socio que lo mal mira, se subió a un estrado y presionó el gatillo...
¡Clic!
Casi termina con lo que el hombre de negro representa; sus socios le siguen impulsando a jugar, sus conocidos le reprenden advirtiéndole que puede morir en el intento, y mucha gente le increpa que sea valiente y gire de nuevo el tambor.
Casi termina con lo que el hombre de negro representa; sus socios le siguen impulsando a jugar, sus conocidos le reprenden advirtiéndole que puede morir en el intento, y mucha gente le increpa que sea valiente y gire de nuevo el tambor.
Y otra vez lo hace, mete la bala de oro, y lo gira varias veces, de nuevo se sube al estrado y...
¡Clic!
El percutor de nuevo no encontró el detonante de la bala, el señor de las gafas se escapó de nuevo de la muerte anunciada.
El percutor de nuevo no encontró el detonante de la bala, el señor de las gafas se escapó de nuevo de la muerte anunciada.
Así lleva unos meses jugando, a expensas de que en uno de esos giros, el tambor se acomode donde la mayoría no quiere que lo haga, y entonces....
Hoy parece que de nuevo va a girar el tambor, y va a apretar el gatillo, ojalá el sonido que escuchemos sea clic de nuevo.