Hay momentos, quizå demasiados, en los que te sientes dañado por ti mismo, o
por ti misma, miras en el espejo y este refleja: que has perdido el pelo, que
se estĂĄ volviendo blanco, que tienes una o dos o tres arrugas mĂĄs, que se te
han caĂdo los pechos, que los abdominales se convierten en uno y este se
va descolgando progresivamente, que los pelos nacen y crecen donde no
quieres, que has puesto algunos kilos, etc. etc. Para qué os voy a contar
si todos y todas sabéis a lo que me refiero. Esas sensaciones que te hacen
decir: ¡Que fea o que feo estoy!
Entonces...
Empiezas a odiar al espejo,
asomas a la puerta del baño a escondidas, queriendo pasar como de puntillas por
el trĂĄmite de peinarte o arreglarte a diario, te atusas el pelo con la luz
apagada, solo con el reflejo luminoso del pasillo, te vistes y te miras de
arriba hacia abajo pero no de frente; todo eso pasa por no actuar como los
concursantes de "La Voz".
Cuanto te presentas a concursar
en "La voz", tĂș ya debes de ser consciente de que vales, de que
estås preparado o preparada para ello; después se podrån dar la vuelta o no, te
podrĂĄn aceptar o no, pero siempre a expensas de lo que expreses delante del
micrĂłfono, nunca del aspecto que presentes en la prueba.
Y con todo y con eso, puedes no
gustarle a ninguno de los cuatro jueces y ninguno pulsarĂĄ el botĂłn rojo; aunque
después intenten minimizar el fracaso que para ti supone.
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