Cuenta la leyenda, que hace mås de ciento cincuenta años, las personas que
paseaban tranquilamente haciendo sus compras por las polvorientas calles del
Far West se veĂan arrolladas por la avalancha de vĂĄndalos, que montados a
caballo, irrumpĂan en los poblados para llevarse por delante todo lo que
encontraban; violando a las mujeres, asesinando a diestro y siniestro, y
sembrando el terror por donde pasaban. Otros, con gabardina larga y la cara
tapada, atracaban bancos llevĂĄndose los ahorros de los pobres trabajadores del
valle, tambiĂ©n asesinando a quien se pusiera por delante. HabĂa forajidos que
se subĂan a los trenes robando y asesinando sin piedad; y hasta los que vivĂan tranquilos y apartados en sus ranchos, se veĂan acosados por los bandoleros que los asaltaban violando a sus mujeres, a sus hijas y llevĂĄndoselo todo: enseres, ganado, etc.
Algunos, los mĂĄs osados, los que desenfundaban mĂĄs
rĂĄpido, incluso tenĂan la osadĂa de matar a los agentes de la autoridad
(sheriff).
Eso condujo a los granjeros a hacerse de fusiles y
rifles para defender su casa y a su familia, llevĂł a los pacĂficos habitantes de
los poblados a proveerse de revĂłlveres, que colgados en los cintos, los hacĂan
sentirse mĂĄs seguros, cualquiera tenĂa un arma, y ello los convencĂa de que estaban protegidos.
Hasta los mĂĄs raudos en disparar, encontraban
siempre la horma de su zapato, porque mĂĄs tarde o mĂĄs temprano aparecĂa alguien
mĂĄs rĂĄpido que ellos.
SIEMPRE, y digo bien, SIEMPRE por desgracia, la muerte tiene un
precio.
Fue hace ciento cincuenta años, pero parece que
fue ayer, ¿o lo fue?.