Una amiga subió la historia hace poco, pero ya tenía escrita la reflexión.
¡Es tan difícil instruir!
Es muy difícil ser un buen maestro, es demasiado complicado, aunque a muchos les parezca muy fácil, porque tienen tres meses de vacaciones, más navidades, más Semana Santa, ¡Ja!
Como comenté el otro día del que un día fue mi jefe, hay que ser muy bueno para instruir, tener claro como tratar al instruido, y sobre todo respetarlo.
El prepotente, el "listo", el que lleva siempre grabado en el cuello de la camina la palabra "inteligente", si no respeta, nunca instruirá.
El violento, el airado, el que se cree en posesión de la verdad, el infalible, el pretencioso, el presuntuoso, esos tampoco instruirán.
Enseñar como dije el otro día, es guiar, es indicar el camino y corregir los errores que en el camino de la instrucción nos aparecerán día a día, hora a hora.
Y ahí, en la corrección del camino equivocado, en la enmienda del comportamiento erróneo, en la rectificación de los caminos adoptados es donde está el secreto de la cuestión.
"Si para corregir, necesitas humillar, nunca sabrás instruir"
Los y las que van por el mundo humillando deberían leerse este relato de autor anónimo que no tiene desperdicio.
Un anciano conoce a un joven que le pregunta:
-¿Se acuerda de mí?
Y el anciano dice que no. Entonces el joven le dice que fue su alumno. Y el profesor le preguntó:
-¿Qué estás haciendo?
-Soy profesor.
-Ah que bueno, como yo.
-Si me convertí en maestro porque usted me inspiró a ser también como usted.
El anciano le pregunta al chico cuándo lo inspiró a ser maestro. Y el alumno le cuenta la historia:
-Un día, un amigo mío, también estudiante, llegó con un hermoso reloj nuevo, y decidí que lo quería para mí y lo robé, lo saqué de su bolsillo. Poco después, mi amigo notó el robo y se quejó a usted maestro. Entonces se dirigió a la clase:
-El reloj de un compañero suyo ha sido robado. ¨Quien lo robó que lo devuelva.
No lo devolví porque no quería hacerlo. Luego cerró usted la puerta y le dijo a todos que se pusieran en pie que iría uno por uno para buscar en los bolsillo de todos hasta encontrar el reloj. Pero les dijo a todos que cerraran los ojos, que haría esto con los estudiantes a ciegas.
Todos cerraron los ojos y usted fue de bolsillo en bolsillo, y cuando llegó al mío encontró en reloj y lo cogió. Continuó usted buscando en todos, y cuando terminó, dijo:
"Abran los ojos. Ya tenemos el reloj"
-No me dijo usted nada. Nunca mencionó el episodio. Nunca dijo quién había robado e nadie.
Y ese día usted salvó mi dignidad para siempre, fue el día más vergonzoso de mi vida. Pero también fue el día que mi dignidad se salvó de no convertirme en un ladrón, mala persona, etc. Nunca dijo nada. Me dio una gran lección de moral. Y recibí el mensaje.
Y entendí que esto es lo debe hacer un verdadero educador, ¿se acuerda usted de ese episodio, maestro?
Y el profesor respondió:
-Recuerdo la situación, el reloj robado, busqué en todos, etc. Pero no te recordaba porque yo también cerré los ojos mientras buscaba.