Los dedos se denominan así porque vienen de la palabra latina "digiti" (diez) y como los dedos son diez pues miel sobre hojuelas.
El primero se denomina "pulgar" (pollex) porque entre los otros goza de poder; el "índice" (index, salutaris) porque señalamos o saludamos con él; después va el "corazón" (impúdicus e infamis, porque los romanos lo utilizaban para la burla) la denominación corazón es más actual por ser el centro de la mano al igual que el corazón es el centro del cuerpo; "anular" (anularis o anulos) en latín anillo, cosa que se llevaba, ahora menos, en ese dedo de la mano; y queda el "meñique" (ultimus, mínimus) según la R.A.E., meñique es la fusión de dos palabras; una latina: "menino" (pequeño) y una francesa: "mermellique" (renegado o traidor).
Y solo queda un sexto dedo, que solo tienen unas personas determinadas, como las catalogaba el gran Javier Cansado (Ángel Javier Pozuelo Gómez- Carabanchel-Madrid- 1955).
Lo tienen los políticos, los dictadores, los malos jefes, los malos maestros, los traidores, los acusicas, los chivatos, y los perroflautas, si con el se tocan las sienes.
Es el "el grosso dedo índice" cuya musculatura se acrecienta de tanto ejercitarlo: ¡Tú haz esto!, ¡Tú haz aquello!, ¡Ese castigado! , ¡Ha sido ese!, ¡Ese está como una chota!, ¡El que ha prevaricado eres tú!, ¡Tú eres el corrupto!, ¡Ese a la cárcel!. Y un mil etcéteras.
Eso sí, siempre señalando a otros, nunca señalándose a sí mismos.
¡País!
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