No obligues a nadie a quererte, mejor oblĂ­galo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.

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13 septiembre 2020

UNA PICA, PERO NO EN FLANDES.

No era Flandes, ni tampoco la cima del Himalaya la famosa cima K2, era a nivel del mar, en Valdelagrana; una amiga nos ha invitado a echar el fin de semana en su casa y allĂĄ que fuimos alegremente a intentar pasar un poco menos de calor que por estos lares sevillanos.
La ubicaciĂłn perfecta, precioso el piso, y unos grados menos, nos las prometĂ­amos felices.
- Venga, nos vamos a la playa, cogemos las butacas la sombrilla y para abajo.
Y así lo hicimos, un pequeño paseo y pisamos de nuevo este verano la arena clara y suave que es la casa puerta, como dicen en Cådiz al zaguån, del océano, fuente de vida.
Colocamos las butacas, observamos el sol para ubicar la sombrilla, hincamos el porta-sombrilla a rosca y colocamos el palo e insertamos la sombrilla.
Mientras ellas acababan de colocar la cosas, me fui a pegarme uno de los cortos remojones que me doy cuando bajo a la playa, entrar un ratito, y salir; me dirigĂ­ a donde estaba la sombrilla y les dije:
-Anda ir a daros un baño que estå muy buena.
Como hacĂ­a un poco de aire, nuestra amiga atĂł su pareo a la sombrilla y a una de las butacas y le puso encima los bolsos con las toallas y enseres, a forma de contrapeso.
Yo me senté al lado y ellas se fueron adentrando en el mar.
¿Un minuto?, ¿dos?, no mĂĄs de tres y vi como la butaca se levantaba de sus patas traseras y se me venĂ­a encima, estirĂ© el brazo como pude y agarrĂ© la pica, o el palo de la sombrilla,  como os apetezca, haciĂ©ndola volver a su sitio y por ende la butaca asentĂł su trasera de nuevo en la arena.
El levante se hizo råpidamente mås incisivo, violento y volvió a ocurrir lo mismo, y tuve la oportunidad de realizar la misma operación, y ya dejé el brazo estirado abrazando con mi mano la pica.
Las miraba tan tranquilas con el agua a la cintura, charlando, y refrescĂĄndose de vez en cuando los hombros...
-Bla, bla, bla, plash, plasn, plash, y dale que te pego; y yo con el brazo tieso.
Y así cuarenta minutitos de nada, y el guardiån de la pica impertérrito.
Cuando llegaron no me podĂ­a mover de la postura, intentaron ayudar a levantarme y me dĂ­ de bruces con la arena...
Hijo de mala madre el levante de los colones.



Foto propia.

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