Como en el resto de las cosas de nuestra existencia, nos encontramos de nuevo con el dilema de siempre, el que nos enrosca la cabeza y no sabemos como acertar.
El dilema es para todo, empezando por la educación de los vástagos.
Si eres un padre duro en exceso, malo; pero si eres blando es mucho peor.
Si eres un dictador en el trato, malo; si lo que intentas es mantener el diálogo y explicar todo lo que decidas, peor.
Si eres una pareja dura, exigente, impositora, de: ¡Aquí se hace lo que yo diga!, malo; pero si por el contrario eres condescendiente, cedes a lo que te piden, y procuras la convivencia pacífica, peor.
En el trabajo pasa tres cuartos de lo mismo, sobre todo si eres el jefe, si impera tu voluntad, sea acertada o no, si los empleados tienen que hacer lo que a tí realmente te salga de las narices, con o sin razón, malo; pero si te dejas avasallar por la desvergüenza de los empleados que no realizan su labor, y pretendes que todo vaya como la seda, peor.
Erróneamente muchas veces actuamos al contrario de cómo actuaron con nosotros cuando estuvimos en la situación opuesta, y por eso nos seguimos equivocando.
El secreto, y yo me he dado cuenta a toro pasado, esta en no pensar nunca que quien tienes enfrente es igual que tú, aunque sea de tu sangre, sino actuar según y como sea necesario observando las respuestas de la persona que tienes enfrente.
Ni ying ni yang, ni blanco ni negro, como todo en esta vida, equilibrio, aunque a veces ese equilibrio se pierda y te caigas al vacío.
"No seas tan blando que te puedan exprimir, ni tan duro que te puedan romper".
![]() |
Foto extraída de la página: ar.pinterest.com |
No hay comentarios:
Publicar un comentario