En los años en los que fui informador taurino (nunca me consideré un crítico) me encontré con muchos detractores y partidarios que también te puedes encontrar en la vida; al igual que a la hora de enjuiciar la labor de cualquier persona, o entidad pública y privada...
Fútbol, política, cantantes, artistas, pintores, escultores, creadores, etc.
Los partidarios, en el mundo del toro, resaltan las virtudes de sus toreros favoritos, incluso las que no tienen; y los detractores hallan defectos en los diestros que no son de su devoción sin reconocer sus virtudes.
Hoy en día, después de casi 450 años (La batalla de Lepanto fue en 1571) cometemos los mismos errores teniendo los mismos defectos.
Los detractores de Miguel de Cervantes le pusieron el sobrenombre de "El manco de Lepanto" llegando hasta nuestros días así conocido, quizá porque al llamarlo así influirían en los seguidores de Cervantes a que dejaran de serlo; sin embargo, Cervantes conservó toda su vida los dos brazos, sólo que perdió parte de la movilidad del izquierdo como consecuencia de las heridas sufridas durante la famosa batalla.
Pero como en todo en la vida, con los detractores y partidarios también hay algunas paradojas.
Los partidarios de Joselito el Gallo, y por ende, detractores de Juan Belmonte, decían a boca llena, que así era imposible torear, que eso no se había visto nunca, que se quedaba demasiado quieto; y, que a Juan, cualquier día lo mataría un toro.
José Gómez Ortega (Gallito III) o Joselíto el Gallo, murió víctima de una cornada en el vientre del cornúpeta Bailador( de la ganadería de Ortega) el 16 de Mayo de 1920.
No se puede nunca conseguir el triunfo o la supremacía desprestigiando al contrario o rival, sino demostrando tus virtudes poniéndolas en práctica en beneficio de los demás; aunque te denosten.
Pero... ¿qué es más fácil?