En tiempos pasados se aprovechaban más las cosas, se tiraba menos comida a la basura, y se reutilizaban la mayoría de los objetos.
El gazpacho, ese plato tan apetecible en esta época, no es más que un aprovechamiento de tomates, pimientos y pepinos ya pasados, que no daba tiempo a consumir de otra forma, el pan que se había puesto duro, o durísimo, y un poco de aceite, sal y vinagre.
La famosa "pringá" tan rica en invierno y tan apetecible en cualquier época en una tostada de desayuno, no es más que el residuo de una cocción de alubias y verduras, en el que la carne, el tocino y la morcilla dejaron todo su jugo; pero machacada con un buen pan, componía un segundo plato en cualquier almuerzo, aprovechándolo todo.
Esto es aprovechar para bien; pero lamentablemente, en la vida, entre personas, aprovecharse es otra cosa, además muy común entre los humanos.
Antiguamente los padres se aprovechaban de los hijos poniéndolos a trabajar con siete u ocho años, ahora los hijos se aprovechan de los padres, se aprovechan los maridos de las mujeres y viceversa; se aprovechan los políticos del voto de confianza que les damos los votantes, se aprovechan los amigos y las amigas de confianza pidiendo cosas que no devuelven, se aprovechan los malvados de la candidez de los bondadosos. Y lo peor de todo, se aprovechan de que necesitas papel moneda para subsistir en esta sociedad, para exprimirte hasta el máximo donde trabajas; para ellos, lamentablemente en muchas ocasiones no eres persona, eres un ser aprovechable hasta que ya no les sirves.
Una cosa es aprovechar y otra muy distinta aprovecharse.
Una cosa es aprovechar y otra muy distinta aprovecharse.
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