La
mayoría nos creamos esperanzas en nuestra vida que en un momento determinado no
se cristalizan, esas esperanzas que vuelan de un lado a otro de nuestros
sentimientos y que en un momento determinado tenemos que desecharlas por la
imposibilidad de su realización, aunque se diga que la esperanza es lo último
que se pierde.
Nos
esperanzamos por muchas cosas, desde pequeños, vivimos nadando en esperanzas, y
sobre todo cuando las dificultades nos asedian; en estado de ánimo, en el
colegio, con los exámenes, en el trabajo, con tu pareja, con tus hijos, con una
enfermedad, y así en cualquier estrato de nuestra existencia.
Ayer
se celebraron unas nuevas elecciones en nuestra comunidad, una como otra de
tantas desde que se constituyó la autonomía en 1981, al amparo del artículo
segundo de la constitución española de 1978.
Esta
palabra me apareció en un crucigrama precisamente cuando le quería ceder el
periódico a un vecino de desayuno, y éste me decía:
-
Me
estoy desintoxicando de la prensa, de las noticias, porque siempre cuentan las
mismas tramas y engaños políticos, cuando no es uno, es otro.
Y
entonces descubrí este vocablo.
Nugatorio/a
proviene del latín “nugatorius” igual a fútil; Es un adjetivo que se refiere a
la burla de una esperanza concebida o el juicio que se había hecho de algo o de
alguien; también puede significar: chasco, decepción o engaño.
Por
eso espero que a quien definitivamente le corresponda dirigir los destinos de
esta comunidad, a la que uno de mis abuelos llegó desde Valencia hace ya casi
ochenta años, y que corre sin remisión por mis venas, le suplico que no sea
nugatorio, o nugatoria; y en este caso si cabe el desdoblamiento de masculino y
femenino desaconsejado en repetidas ocasiones por la R.A.E. (Real academia
española de la lengua).