Una foto de un wáter el otro día me
inspiró esta reflexión; el wáter en cuestión tenía dos dibujos de esos que
tienen los móviles de un altavoz; uno con rayitas indicando que está emitiendo
sonidos, y otro con una línea gruesa tachándolo, lo que indicaba que estaba en
silencio.
El primero estaba dibujado al fondo
del agua que rellena el sifón del inodoro, y el otro, fuera del agua, en las
paredes del wáter.
El primero: Mear haciendo ruido, y el
segundo: mear en silencio.
Pues en esta vida, todo lo que hacemos
al igual que mear, se puede realizar de las dos formas, a voces o en silencio.
Somos muchas personas los que expresamos sobre
todo: las penas, los sufrimientos y los dolores, con el altavoz abierto; y
otros, los menos, con la bocina tachada, y esos para mí, son admirables.
Las personas que afrontan sus
sufrimientos en silencio, sin aspavientos, sin necesidad de dar cuartos al
pregonero tienen todo mi reconocimiento, porque entiendo que tiene que ser
difícil, viendo lo que vemos a menudo por estos mundos de Dios.
Siempre se ha oído el refrán de:
¡Perro ladrador, poco mordedor!
Quizás los que aguantan en silencio:
la enfermedad, el daño, la vergüenza, el sufrimiento o el dolor sean más duros
que los que van proclamando a los cuatro vientos sus pesares.
Eso se puede aplicar a cualquier
estrato de nuestra vida, muchos de los que dicen que van a hacer, jamás lo
hacen; los que trabajan en silencio, siempre alcanzan más objetivos que los que
proclaman que los van a lograr.
Y además de todo esto, hay un refrán
que se está aplicando diariamente, y que ni lo uno, ni lo otro:
¡Al que quiera saber, mentiras a él!
Como decíamos antiguamente, va a ver
que tirar de la cisterna; bueno, de la cadena de la cisterna.
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