No obligues a nadie a quererte, mejor oblígalo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.

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16 noviembre 2018

EL WÁTER.


Una foto de un wáter el otro día me inspiró esta reflexión; el wáter en cuestión tenía dos dibujos de esos que tienen los móviles de un altavoz; uno con rayitas indicando que está emitiendo sonidos, y otro con una línea gruesa tachándolo, lo que indicaba que estaba en silencio.
El primero estaba dibujado al fondo del agua que rellena el sifón del inodoro, y el otro, fuera del agua, en las paredes del wáter.
El primero: Mear haciendo ruido, y el segundo: mear en silencio.
Pues en esta vida, todo lo que hacemos al igual que mear, se puede realizar de las dos formas, a voces o en silencio.
Somos muchas personas los que expresamos sobre todo: las penas, los sufrimientos y los dolores, con el altavoz abierto; y otros, los menos, con la bocina tachada, y esos para mí, son admirables.
Las personas que afrontan sus sufrimientos en silencio, sin aspavientos, sin necesidad de dar cuartos al pregonero tienen todo mi reconocimiento, porque entiendo que tiene que ser difícil, viendo lo que vemos a menudo por estos mundos de Dios.
Siempre se ha oído el refrán de:
¡Perro ladrador, poco mordedor!
Quizás los que aguantan en silencio: la enfermedad, el daño, la vergüenza, el sufrimiento o el dolor sean más duros que los que van proclamando a los cuatro vientos sus pesares.
Eso se puede aplicar a cualquier estrato de nuestra vida, muchos de los que dicen que van a hacer, jamás lo hacen; los que trabajan en silencio, siempre alcanzan más objetivos que los que proclaman que los van a lograr.
Y además de todo esto, hay un refrán que se está aplicando diariamente, y que ni lo uno, ni lo otro:
¡Al que quiera saber, mentiras a él!
Como decíamos antiguamente, va a ver que tirar de la cisterna; bueno, de la cadena de la cisterna.

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