No obligues a nadie a quererte, mejor oblígalo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.

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18 noviembre 2018

COMPARANDO.

La mayoría de todos nosotros pasamos casi una vida comparando, lo comparamos todo y nos comparamos con todo; esa comparación extrema creo que nos convierte a diario en unos autómatas.
Desde que tenemos uso de razón nos comparamos con alguien; ese niño sabe más que yo, ¿pero de qué?
Cuando somos un poco mayores vemos en los demás la forma en que vestirnos, la manera de peinarnos, los zapatos, el chaquetón o la sudadera, e incluso los calzoncillos, que aunque no se vean, se comentan y también se comparan.
De adolescentes comparan su móvil, juegos de play, su bicicleta, su mochila, su patinete, absolutamente todo es comparable.
Nos comparamos con nuestros compañeros de trabajo, con nuestras compañeras de vida, con el vecino, con una conocida, pero lamentablemente nunca nos intentamos comparar con nuestra conciencia.
De jóvenes, de mayores, de adultos, de ancianos, todos comparamos, estamos eternamente comparando y si no...
-¿María, tú cuanto cobras de pensión?
-Yo 650 euros.
-¿Y eso cómo va a ser si yo cobro menos?
Extracto de conversación de dos mujeres mayores de ochenta años.
Admiro muy mucho a todos los que no se comparan con nadie; hace años una amiga me confesó:
-Si quieres ser auténtico, muéstrate tal cual eres, no te compares con nadie porque nadie se puede comparar contigo.
Desde que tomé la decisión de no compararme o de intentar no compararme con nadie, la verdad es que soy mas dichoso, porque todas las comparaciones siempre fueron odiosas.






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