El otro dĂa iba andando por una acera
de Sevilla, cuando a cierta distancia vi a un hombre de rodillas y agachado
hacia el suelo hurgando en la misma acera con la punta de sus dedos; me intrigĂł
en demasĂa y me fui acercando poco a poco.
Cuando llegué a su altura me paré
descaradamente y me quedé mirando hacia el suelo, como mi capacidad visual es
muy reducida, no conseguĂ distinguir que es lo que pasaba, que es lo que estaba
haciendo; me agaché por si ese hombre necesitaba ayuda y descubrà unas manos
sucias, intentando despegar una moneda de un euro que estaba pegada al suelo.
Le dije al hombre echĂĄndome la mano al
bolsillo:
- LevĂĄntese y
tome. (Acercåndole a sus sucias manos el euro que saqué de mi bolsillo).
Me mirĂł sorprendido, cogiĂł la moneda
que le ofrecĂa, se la guardĂł, y siguiĂł rascando en el suelo.
¡Hasta dĂłnde han llegado los imbĂ©ciles con
sus puñeteras bromas!
Los que pegan esas monedas para reĂrse
de los paseantes, en algĂșn momento de su vida deberĂan de necesitarlas para
comer, como el que estaba en el suelo, entonces echarĂan en falta esos euros que
fueron pegando por las aceras.
Si encima de moverte, no entre la uña
y la carne, sino peor, entre la uña y la mierda, te encuentras con estos graciosos desalmados, las uñas de las garras les seguirån apretando mås
para adentrarlos mĂĄs en la mierda.
¿SabĂ©is lo que pienso?
-Que se podrĂan encolar la "monedita", con
un buen pegamento, tapando la boca del canal por donde evacuan, o lo que es lo
mismo, pegĂĄrsela en el mismĂsimo culo.
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