Desde que tenemos uso de razĂłn nos deberĂan acostumbrar a dejar ir; dejamos ir a los abuelos, esos que tanto nos quisieron y de los que nos quedan innumerables recuerdos, pero no nos acostumbramos; dejamos ir a nuestros padres y madres y cuesta mucho trabajo acostumbrarse; dejamos ir a nuestra pareja; y algunos/as, tienen la desgracia de tener que dejar ir a sus hijos o hijas y eso es mucho mĂĄs difĂcil todavĂa.
Dejamos ir la infancia, la pubertad, dejamos escapar entre los dedos la juventud, la madurez, y como por arte de magia y cuando menos te los esperas dejas la vejez y te marchas para siempre.
Se van los amigos, unos para siempre y otros por muto propio; se van los amores, unos por que mueren y otros muchos por que se desenamoran; por irse algĂșn dĂa se te va hasta la vida y muchos no se dan ni cuenta.
Muchos de los pensadores que escriben frases de autoestima y de ayuda nos conminan a aprender a dejar ir a la gente, a acostumbrarse a ello, a instruirse en vivir sin esas personas que se fueron y que nunca mĂĄs volverĂĄn.
Pero yo creo firmemente que ese no es el secreto...
"El secreto no es aprender a dejar ir a la gente, sino aprender a dejar ir ese pedazo de tĂ que se fue irremisiblemente con ellos.
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