No obligues a nadie a quererte, mejor oblígalo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.

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24 octubre 2017

ÉRASE UNA VEZ... LA LIBERTAD.

Érase una vez un pobre que pedía diariamente en la esquina de la calle Real del pueblo; todos los vecinos creían que no tenía ni para comer porque así lo proclamaba a boca llena; nunca mejor dicho a boca llena, esa que tenía comiendo a dos carrillos cuando llegaba a casa donde tenía el frigorífico repleto.
Érase que se era, una señora que clamaba a diario que tenía mucha sed, que se moría de sed, pero llevaba al cuello continuamente una cantimplora con agua limpia y fresca.
Érase que se era, uno que protestaba vehementemente por no poder dormir a las doce del día, después de haberse acostado a las diez de la noche.
Érase que se era, una chica que vi pidiendo en la puerta de la parroquia de la Anunciación de Sevilla, cuando de nuevo me di la vuelta para mirarla, conversaba por un iphone; no tuvo más remedio que marcharse.
¡Que mala es nuestra sanidad!, y tenemos operaciones, atenciones, consultas y tratamientos que en otros países mucho más desarrollados deberíamos pagar de nuestro bolsillo, e incluso endeudarnos para toda la vida por conseguirlos, y en los menos desarrolados ni te cuento.
¡Que mala es nuestra educación!, y tenemos enseñanza prácticamente gratuita para aquel que la aproveche; en otros sitios más poderosos, hay muchas familias hipotecadas de por vida para pagar los estudios universitarios de sus hijos, de los paises que menos tienen, ni hablamos.
¡Que malo es nuestro sistema de pensiones!, y hay millones de conciudadanos que perciben una pensión y jamás han cotizado para ello.
¡Nos están robando! El que esté libre, que tire la primera piedra.
Si algunos o algunas no tuvieran esa libertad que tanto pregonan que no existe, no serían libres  para expresarse libremente clamando que les ha sido expropiada.
Como diría Unamuno: El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando; y yo añado: el desprecio a los beneficios de los que disfrutas se cura careciendo un tiempo de ellos.
Aún así, todo es mejorable, pero  creo que para mejorar algo, primero tienes que tenerlo.
De las "cosas del querer" me pronunciaré otro día.



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