¡Pues claro que duele buena amiga!;
todo lo que te viene sin que pienses que lo mereces duele; duele la
indiferencia de los que adoras, la falta de respeto con la que te tratan los
seres a quien quieres, los engaños de las personas a las que amas, la
deslealtad de los amigos, también duele; duele la prepotencia de los que
comparten en algún momento tu vida, la crueldad de unas palabras dichas con
intención, el abuso de tu jefe o compañeros, los juicios injustos que hacen de
ti, los falsos testimonios que levantan de tu persona; duelen los destrozadores
o destrozadoras de autoestima, los infames abusadores de: cuerpos, sentimientos,
dinero, sexo o poder; duelen tantas cosas, que ya nuestra alma se acostumbra a ello. Es como si
tienes un dolor perenne en la columna
vertebral; duele, duele bastante; pero eso no te debe impedir seguir andando; al
final, terminas andando con el dolor a cuestas.
Ahora bien, ¿Quién tiene la culpa
de que te duela la espalda?; probablemente en la mayoría de los casos has sido
tú la que lo ha propiciado casi sin darte cuenta: viciándote al andar,
adquiriendo malas posturas, agachándote
incorrectamente, recibiendo algún traumatismo, doblándola en exceso en el trabajo,
exprimiendo la fregona, o golpeándote sin sentido… y cuando el médico te dice que ha sido culpa tuya, además de dolerte, te jode; pues eso.
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