Después de llevar el viejo Seat
Panda al taller de chapa y pintura, quedó sorprendido cuando recogió un
Ferrari; el magnífico chapista, había tuneado hasta el infinito al viejo Panda,
dándole la apariencia de un “caballo rampante” rojo.
El motor, la trasmisión, las
bielas, el circuito, el chasis, el cuadro de mandos, el cigüeñal; en suma, el
interior seguía siendo el de un Panda, pero con el aspecto exterior de un
flamante Ferrari.
Te pintas, te tiñes, te vistes
de ropas caras, te operas, te estiras, te pones, te quitas; sonríes, miras,
posas, hablas, interpretas, aparentas…
En suma, sigues siendo el mismo
o la misma; y dentro de ti está, lo que intentas esconder desde fuera: lo que
realmente eres.
Es una metáfora, como vestirse
de nazareno; por fuera, todos y todas parecen iguales, pero la “procesión”
siempre va por dentro; y la fachada, al final, desaparece.
La mirada es la que nunca
miente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario