No obligues a nadie a quererte, mejor oblígalo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.

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14 agosto 2017

MANUTERGIO.

Esta palabra ha llegado a mí como título de una tierna historia de amor que parte de una tradición de la Iglesia Católica; significa en latín literalmente: enjugar, secar las  manos.
Con este paño blanco de lino, el manutergio, se limpian las manos del aceite de ungir los nuevos sacerdotes; ellos lo guardan para ponerlo en manos de sus madres para el último viaje, con la esperanza de que, llegando al cielo, Dios le pregunte:
-      ¿Tienes algo que traerme?
Y entonces ella le pueda contestar:
-      No traigo nada, pero te di un hijo sacerdote y aquí traigo esta prueba.
Todas las madres deberían llevar entre las manos, en su último viaje, algo para entregar a su Dios; no todas tienen la posibilidad de tener un hijo sacerdote, pero sí podrían llevar en un cofre muchas más cosas; eso, si tú así lo quieres.
Por eso, a tu madre siempre, devuélvele el amor que te profesó durante toda tu vida; regrésale todo el cariño que te regaló, toda la ternura que te entregó, retórnale todo el afecto que te concedió, el trabajo que hizo para criarte, los besos que te dio, reembólsale los años que dedicó a educarte, los días que te refrescó la frente cuando tenías fiebre, los botones que te cosió, las  veces que te preparó comida, las noches en vela con tus preocupaciones, las lágrimas que vertió por tu culpa...lo demás se puede quedar aquí.
Devuélvele tantas, tantas, tantas cosas antes de que se vaya, para que rebose ese cofre con creces.
Y entonces, cuando llegue el día de rendir cuentas, nunca podrá decir a ese Dios que le pregunte, que llega con las manos vacías.

Misal de bolsillo de mi bisabuela, propiedad ahora de mi madre, restaurado por mi hijo Fran. ¡Qué manos tiene!





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