La vida es como una rueda. Te montas un dĂa y
empiezas a dar vueltas. Unas mĂĄs rĂĄpidas, otras mĂĄs despacio, algunas con
baches, otras en llano; mĂĄs de una vez se frena y no pocas arranca. Te caes, te
vuelves a agarrar; y te vuelves a caer, y te vuelves a agarrar, sube puertos,
baja cuestas. Te pillas los dedos, ves pasar ruedas que te pisan, algunas te
acompañan en el recorrido, y otras se van rompiendo en el camino. Esperas
llegar muy, pero que muy lejos pero poco a poco la cubierta se va desgastando y
cada vez le cuesta mĂĄs trabajo dar vueltas.
Un dĂa te das cuenta que debes dejar a la rueda
hacer su trabajo, no forzarla tan a menudo, no intentar redirigirla a la
fuerza, ella sabe perfectamente que hacer para seguir rodando; y sĂ, seguirĂĄ
rodando hasta que se rompa.
Las cosas, mientras mĂĄs se fuerzan, antes se
rompen. ¿O no?
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