No suelo dar dinero a los que me piden, prefiero invitarlos a un cafĂ©, si es conocido de mi pueblo el que pide; solo transijo en dar un euro a los que, señalando con el dedo, te indican un aparcamiento libre que tĂș ya has visto anteriormente, para evitar un posible rayĂłn o algo mĂĄs en mi vehĂculo.
A los que solicitan mi ayuda a las puertas de los grandes supermercados les solĂa dejar comida o gel y champĂș, que compraba expresamente para ellos.
Hace unas semanas, cual fue mi sorpresa, antes de entrar en un hiper en Sevilla, que una señora que habĂa en la puerta pidiendo, me señalara en un catĂĄlogo unas salchichas alemanas ahumadas para que se las comprara.
-Estas, estas, decĂa..., y bastante mĂĄs caras que las que compro para mi casa.
Pero lo mĂĄs aberrante, es que hace unos dĂas, tomando una cerveza en una terraza, vino un hombre con mala pinta (como de vivir en la calle) tambiĂ©n solicitando ayuda; y tuve la gloriosa idea de pagarle, en el bar, un bocadillo de jamĂłn para que se alimentara; el cual, y para mi decepciĂłn, tirĂł el muy sinvergĂŒenza en la papelera de la esquina mĂĄs cercana.
Lamentablemente para otros que realmente lo necesiten, el gato escaldado (aunque sea azul) , del agua hirviendo huye y bien que lo siento.
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