Vosotros, dioses del Olimpo, debéis saber que eståis en ese ficticio cielo por nuestras oraciones, esas que cada cuatro años o cada pocos meses, como ahora, tenemos la obligación de rezar desde esta denostada tierra.
Vosotros: Zeus, con barba blanca y corona; Apolo, guapo, alto con traje azul; Adonis, otro guapo mås en la lista; Ares, siempre guerreando, con coleta y camisa color marino; Hermes, joven con corbata roja; Hera, diosa de las tierras australes, con melena castaña y una muy poca agraciada sonrisa, y vosotros otros muchos dioses mås menores que pululåis por el hemiciclo celestial...
¡MIRAD UN POCO HACIA ABAJO!
Acordaros en algĂșn momento, cuando estĂ©is en vuestro cielo, de los pobres humanos que vivimos a ras de tierra padeciendo vuestra falta de atenciĂłn y vuestra ausencia de compromiso.
Apoltronados en vuestros tronos, no preståis atención a los que duermen en las aceras y almuerzan en los comedores sociales, entre otras infinitas precariedades a las que nos habéis abocado.
Por favor, utilizad vuestros divinos poderes para no obligarnos a ir de romerĂa, otra vez, antes de tiempo.
¡QuĂ© bien se debe vivir en el Olimpo con todos los parabienes a los que os obligamos cuando os subimos a los altares!
Lamentablemente cada vez que nos fallĂĄis, y no son pocas, nos hacĂ©is ser mĂĄs incrĂ©dulos, incluso algunos, dirĂa yo, ya son ateos.
¡Que el cielo nos proteja, porque lo que es el Olimpo...!
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