No obligues a nadie a quererte, mejor oblígalo a irse. Quien insista en quedarse, es quien realmente te quiere. Siempre seremos para alguien, la persona correcta que conocieron en el momento equivocado.
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19 octubre 2016
LA NIEBLA.
Abro la puerta del coche y arranco camino de mi meta diaria, una lluvia de bruma lechosa me impide la visión y me hace sentir prisionero en una cárcel blanca.
Inicio la marcha, despacio, con torpeza, pero de momento seguro, porque voy por calles que conozco; mas llega el temible momento de entrar a la autopista. Cada uno va a su bola, circulando como va pudiendo; pero, por suerte, diviso los pilotos de dos coches que me preceden y me pego a ellos asustado.
Puedo aumentar la velocidad persiguiendo los destellos rojos, me siento seguro, arropado por esa luz que me marca el camino. Después de unos kilómetros, uno de ellos se escapa por la salida C y lo veo perderse a lo lejos difuminando su luz roja en el horizonte blanco; pero yo sigo estando seguro, ya que el otro que lo acompañaba me sigue marcando el camino y me esconde de muchos sustos.
En un momento de la trayectoria, el otro coche, el único que me precede, abandonará la auto "vida" dejándome solo, sumido en la blanca oscuridad. Me tendré que plantear, si seguir o pararme a un lado hasta que se levante el telón de nubes; pero el tráfico me obligará a seguir, eso es seguro; al principio, con más cuidado que antes, hasta que me acostumbre a circular solo. En esos momentos echaré un reojo al espejo retrovisor y veré, sorprendido, que ahora soy yo el guía de uno o más coches a los que marcaré el camino. Exactamente como la vida misma.
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