Entre ayer y hoy, la iglesia católica celebra dos días que
hacen separación de los difuntos, y que bien se podrían celebrar en un día
solo, digo yo.
Ayer se celebró el día de todos los santos (todos
los que están en el calendario y todos aquellos difuntos que, habiendo superado el purgatorio, se han santificado totalmente y gozan de la vida eterna) y hoy, el día de los difuntos, en el que rememoramos a
todos los que ya se fueron.
Eso viene ya de
antiguo, en otras civilizaciones el respeto a los antepasados fue y es parte de
la vida misma; empezando por el antiguo Egipto, pasando por los indios de
américa, los chinos, japoneses, etc.
El respeto y
recuerdo a los que se fueron se refleja de distintas maneras según la cultura,
teniendo nosotros (por ahora), la costumbre de visitar y engalanar los
cementerios en estos días para ese fin, y dedicar nuestra oraciones a ello.
Pero el respeto o
recuerdo a los que se fueron no se debe limitar a visitar el cementerio un día
o limpiar una lápida; para mí es: aceptar sus enseñanzas, actuar de forma que
nunca, en una hipótesis de que nos vieran desde el otro mundo, se avergonzaran
de nuestra conducta, honrar su memoria a diario y lo más importante, mantener
vivo su recuerdo. Si mantenemos vivo el recuerdo de los que se fueron, vivirán
eternamente en nosotros a través del universo.
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