Todos tenemos la costumbre
(mala por cierto) de recetar medicinas y por ende somos creyentes en lo que se
refiere a las recetas que nos endilgan los demás.
Recetamos a nuestros
amigos, a nuestros conocidos, a nuestros hijos, más tarde a nuestros padres y
el colmo de los colmos, recetamos incluso a los que esperan con nosotros en la
consulta del médico.
Aunque sea un error, con
ello lo único que pretendemos es que nuestro mal o buen conocimiento sea
trasmitido a los demás para intentar hacerles mejor su paso por este mundo.
Si hacemos esto con las
medicinas; ¿por qué coño no lo hacemos con todo en la vida?
Trasmitir conocimientos,
regalar alegrías, entregar abrazos, donar buenas acciones, ceder nuestra
bondad, ayudar sin mesura, querer sin barreras…
Debe ser muy difícil,
porque algunos, hasta se entretienen en hacerle la vida tan complicada a los
demás que resulta tan dolorosa como si un ciego llorase.
Es cierto que hay personas que se cogen la vela del entierro sin que nadie se la dé. Otras veces somos tan prudentes que pecamos por omisión. Dónde está la ponderación? ?? Dejémonos llevar por el corazón que la razón a veces se equivoca.
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