Sé lo que es, lo llevo viviendo durante cinco años, y
estoy muy mermado a la hora de muchas cosas; bien sea dicho, que yo tengo
golpeado ambos por varias "cornadas" en las retinas, uno bastante mĂĄs
que el otro, pero la sensaciĂłn de distorsiĂłn de la realidad debe de ser muy
pareja a la de usted.
SĂ© lo que es, intentar alcanzar cada dĂa un poco mĂĄs de "vicio",(como decĂamos de chicos cuando jugĂĄbamos muy bien al futbolĂn, o al billar), para hacer las cosas sin distinguirlas todo lo bien que los demĂĄs las distinguen, y que no se note nada.
SĂ© lo que es, tardar un mundo, en hacer una tarea que antes hacĂas en un abrir y cerrar de ojos.
SĂ© lo que es, servir el agua, vino o cerveza muchas veces en el mantel de la mesa, fuera del vaso.
SĂ© lo que es, no saber donde termina la acera y empieza la calle.
SĂ© lo que es, no distinguir con una rapidez prudentemente segura los coches y peatones que te puedas encontrar circulando.
Y como sé lo que es, por eso lo valoro mil veces mås de lo que lo puedan valorar las personas que no lo saben.
Maestro, Juan JosĂ© Padilla, ayer llorĂ© con usted, hoy lo he visto de nuevo y se me ha erizado la piel, no quiero valorar nada de su tarde taurina (aunque sea gran aficionado), esa valoraciĂłn no me corresponde; lo valoro a usted por su coraje, su riesgo, su valentĂa, su arrojo, su trabajo (seguro que mĂĄs que otro torero cualquiera, eso tambiĂ©n lo sĂ©) y su dedicaciĂłn.
Me quito mi imaginario sombrero y pido las orejas y el rabo de la vida para usted. ¡Chapeau!
Ah, y sepa, que sé por qué lo hago.
SĂ© lo que es, intentar alcanzar cada dĂa un poco mĂĄs de "vicio",(como decĂamos de chicos cuando jugĂĄbamos muy bien al futbolĂn, o al billar), para hacer las cosas sin distinguirlas todo lo bien que los demĂĄs las distinguen, y que no se note nada.
SĂ© lo que es, tardar un mundo, en hacer una tarea que antes hacĂas en un abrir y cerrar de ojos.
SĂ© lo que es, servir el agua, vino o cerveza muchas veces en el mantel de la mesa, fuera del vaso.
SĂ© lo que es, no saber donde termina la acera y empieza la calle.
SĂ© lo que es, no distinguir con una rapidez prudentemente segura los coches y peatones que te puedas encontrar circulando.
Y como sé lo que es, por eso lo valoro mil veces mås de lo que lo puedan valorar las personas que no lo saben.
Maestro, Juan JosĂ© Padilla, ayer llorĂ© con usted, hoy lo he visto de nuevo y se me ha erizado la piel, no quiero valorar nada de su tarde taurina (aunque sea gran aficionado), esa valoraciĂłn no me corresponde; lo valoro a usted por su coraje, su riesgo, su valentĂa, su arrojo, su trabajo (seguro que mĂĄs que otro torero cualquiera, eso tambiĂ©n lo sĂ©) y su dedicaciĂłn.
Me quito mi imaginario sombrero y pido las orejas y el rabo de la vida para usted. ¡Chapeau!
Ah, y sepa, que sé por qué lo hago.
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