Aunque se creĂa firmemente que los peces tenĂan una memoria un poco difusa; se llegĂł a afirmar que solo podĂan retener cosas durante treinta segundos, recientemente se ha demostrado que pueden incluso recordar hasta despuĂ©s de quince dĂas donde se han alimentado.
El problema es que cuando baja la red del pescador, mĂĄs aĂșn si es de pesca de arrastre, el aprendizaje que resulta les cuesta la vida. Los que se van en la red hacia arriba, tienen la incapacidad de comunicarse con los que se quedan fuera, si pudieran les dirĂan:
- ¡Huid, cuando veĂĄis que se aproxima una red cerca de vosotros, corred como el mismo diablo!
Y claro, eso suponiendo que los otros pudieran escuchar, que tampoco lo creo.
Pues bien, si catalogamos a los peces como "bobos" por la poca inteligencia que tienen, por la nula capacidad de comunicaciĂłn (aunque nos quieran inculcar lo contrario con Nemo y otras pelĂculas)...
¿CĂłmo habremos de nombrar a los y las que se dejan enganchar por las redes sociales?
¿DĂłnde encasillaremos a los y las que comparten a diestro y siniestro: bulos, niños enfermos, bendiciones, cadenas e la suerte, comunicados de la guardia civil o la policĂa en las redes sociales?
¿CĂłmo clasificarĂamos a los y las que suben fotos a las redes aunque sea "cagando"? con perdĂłn.
¿QuĂ© dirĂamos que les ha pasado?
¿Estaban advertidos de que iban a caer en las redes?
¿Tienen la capacidad de escuchar?
¿Los que estĂĄn alrededor, tienen la aptitud de hablar?
Pues entonces no me queda mĂĄs que pensar que algunas veces, o en otros casos muchas veces, somos mĂĄs bobos que los peces, y ya es un decir.
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