Viendo las noticias de la televisiĂłn, algunas veces aparecen chicos y chicas esperando uno, dos o mĂĄs dĂas para entrar en un concierto de su cantante favorito; duermen en la calle, comen en la calle, pasan frĂo o calor en la calle, y encima pagan un importe elevado para poder asistir al concierto.
Otras veces observas una cola alrededor de un campo de fĂștbol para hacerse con una entrada para no se quĂ© final de no se quĂ© torneo; y la gente alegre y contenta.
Uno va al banco, a ingresar dinero para que te cobren los recibos y tiene que esperar una cola de varias personas para que te atiendan, si no tienes que esperar algunas veces también tu turno en el cajero.
Otras veces, en esos "comederos" de comida råpida, también hay cola para pedir y pagar lo que te vas a comer; incluso en algunos bares y restaurantes bastante afamados, también has de esperar turno.
Y en la pescaderĂa, y en la fruterĂa...
Todo en esta vida actualmente es una pura cola, a veces rabicorta, a veces rabilarga, pero siempre, vayas donde vaya, te encuentras una cola en la que normalmente esperas mĂĄs o menos tiempo para gastarte el dinero.
Sin embargo, hay una cola en la que en vez de costarte los euros, la atenciĂłn es totalmente gratuita, no sĂ© durante cuanto tiempo, pero de momento lo es; y encima la cola es para que el galeno de turno te solucione algĂșn que otro problema de salud. En esa cola, estamos protestando continuamente, preguntando impacientes al de al lado por el nĂșmero que tiene y la hora de la cita, nos levantamos y abrimos la puerta cuando sale el enfermo anterior a nosotros sin habernos llamado, no dando ni un rato de tregua al mĂ©dico de cabecera.
Para todas las cosas de antes, tenemos mucha paciencia, menos para ser pacientes; hay casos en los que nos hacen impacientarnos, pero los pocos, normalmente somos nosotros unos pacientes con muy poca paciencia.
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