El otro dĂa estuve un dĂa en la playa para reponer fuerzas.
Fuerza fĂsica, y mĂĄs bien, fuerza moral.
DepuĂ©s de dos meses y medio en el hospital Virgen del RocĂo cuidando a mamĂĄ, en un diario, necesitĂĄbamos un dĂa por lo menos de esparcimiento.
La luz del sol me carga de energĂa, sĂłlo necesito diez o quince minutus frente a Ă©l, y asĂ fue.
Pero en esas estaba, recibiendo el beso del dios Ra en mi cara, cuando una bandada de gaviotas revoloteĂł por encima de mi cabeza.
Por un momento dejé de ofrecerle mi cuerpo al sol y dirigà mi mirada al mar.
Y por mĂĄs que escrudiñaba el horizonte menos fin le veĂa.
¡Que inmensidad mĂĄs impresionante!
Una verdadera belleza observarlo; pero cuidado, una belleza si no vas en una patera camino de no sabes donde, y por dĂłnde no sabes donde, o eres un naĂșfrago que vaga sin destino por esa inmensidad.
Dios los proteja.
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Foto de mi colecciĂłn partiular, la inmensidad del mar. |
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