Hace unas semanas, tuve que devolver una cosa comprada en el Media Markt de Sevilla, la joven rubia del departamento de devoluciones que me atendió, reunía un compendio de amabilidad y eficacia; su sonrisa, me ha hecho escribir este artículo.
No obstante, no todos y todas son así; en un restaurante, el otro día, tuvimos que dejar de esperar y marcharnos ante la ineficacia del camarero y del mismo jefe de cocina, que después de media hora, no tuvieron la capacidad de servirnos un plato variado de patés.
Mi trabajo, durante años, ha sido atender al público, mi último destino fue Umbrete, una localidad por la que siento predilección y en la que creo que todavía mantengo clientes que me respetan y a los que respeto enormemente; esos y esas a los que saludo y me saludan después de muchos años.
Los jefes, (los pensadores) dan las directrices, ordenan los cambios y los modos, imponen los controles de calidad, deciden; pero al final, los que representan a la empresa, los que proyectan su imagen al exterior, son los que dan la cara día a día, los que están en contacto con los clientes o usuarios; hay empleados que incluso pierden dinero de sus sueldos por una buena atención a los usuarios, y tengo conocidos que lo saben bien.
Ya puede ser una empresa privada, o una empresa pública; ya puede ser un banco o un hospital; un camarero o un funcionario (altamente denostados); lo importante es que todos entendamos que el servicio al cliente no es un departamento, es una actitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario