Desde pequeño es bueno
discutir con los demás, teniendo diferentes puntos de vista sobre cualquier
tema; con amigos, con padre y madre, con compañeros, con hermanos y hermanas, con pareja, con
hijos e hijas; en fin…
La vida es una pura discusión,
un tira y afloja continuo, incluso al mirarnos al espejo tenemos la mala
costumbre de discutir con nosotros mismos.
Todas las discusiones, todos
los debates, si son con respeto y educación siempre serán productivos, nos
harán aprender a todos los que participemos en ellos.
Una cosa es discutir, otra muy
diferente es imponerse.
A algunos los maltratan de
pequeños, en el colegio, no tenían necesidad de hacerlo, pero lo hicieron.
No respetaron una amistad, se aprovecharon de ella; estuvieron
mucho tiempo colgándose las medallas que otros ganaban honradamente con su
esfuerzo.
Faltaron muchas veces, denostaron,
engañaron, borraron la autoestima y dejaron de respetar; no prestaban atención, los otros eran como fantasmas para ellos, estaban a su
lado como si allí no hubiera nadie; intentaron engañar en tratos y creyeron que
los demás no se dieron cuenta.
Todo esto no es discutir, es
una cosa muy diferente, es intentar imponer una opinión, un concepto o una
forma de ver las cosas, bien sea por la fuerza bruta, por la fuerza
intelectual, o por la fuerza moral, o también algunas veces por el sexo. Pero llega el momento en que decides no discutir y cambias, cambias para siempre.
Siempre notarán los cambios en
nuestra actitud hacia ellos, pero nunca notarán el comportamiento suyo que
nos hizo cambiar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario