Estoy
acostumbrado a leer en los post rimbombantes de los grandes pensadores y “frasistas”
cosas como:
-El
dolor te abandonarĂĄ cuando tĂș lo abandones.
-Cuando
le das libertad a los demĂĄs, cuando los dejas ir, recuperas tu libertad.
-El
secreto no es olvidar sino dejar ir. Y cuando todo se ha ido, serĂĄs rico en la
pérdida.
En
fin, como Ă©stas hay miles, pero he de pronunciarme en que no estoy totalmente
de acuerdo.
Admito
que es bueno dejar ir para no estar mal acompañado, dejar ir para no tener
gente a tu lado que no quiera estar contigo; dejar ir para no vivir
continuamente en el pasado, dejar ir a las personas que no quieran viajar en tu
tren, o que por mor del destino, la vida, ese mismo tren, apee a los que no se quieren ir y que tĂș tampoco quieres que se vayan.
Es
duro recordar el pasado y es duro olvidarlo, pero no hay mĂĄs remedio que
procurar por todos los medios dejar ir y seguir adelante.
Pero dejar ir no es tan fåcil como lo pintan estos señores y señoras que escriben
tan bonito; dejar ir tiene un coste muy caro, excesivamente caro, aunque no lo
creamos; porque pagas, a todos los efectos contigo mismo.
No
es dejar ir a la gente, eso es fåcil, sobre todo si te han hecho daño; lo
difĂcil es permitir que se marche para siempre ese pedazo de tĂ que se fue con
ellos.
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