Hoy, como casi todos los miércoles, he bajado al centro; se vislumbra que ya estamos en noviembre, tampoco era normal la temperatura que nos estaba acariciando la piel últimamente.
Cada año, cuando los retazos del viento del norte se acercan a la ciudad, ellos y ellas asoman por los soportales, los dinteles de las viejas casas deshabitadas, o en los cajeros que se ubican dentro del recinto de los bancos.
Él, o su perrita, se acurrucan el uno contra la otra para darse un poco de calor que haga más llevadera la fría madrugada; ella, o su perro, techan su vivienda en el portal de una casa añeja, (el de Belén era bastante más acogedor) con un raído paraguas negro y unas mantas apolilladas que detienen un poco el relente nocturno; él, o su perro, utilizan esteras de espuma, de esas que otros desgastan para hacer abdominales, como si fueran cómodos colchones biscolásticos para intentar descansar algo iluminados por la luna; ella, o su perro, acumulan botellas de plástico que simulan jarras de latón, de esas que derramaban agua en las palanganas blancas con el ribete rojo, con el simple propósito de beber y lavarse un poco, más bien poco.
No sé quién soporta más mugre, si él o su perro; desconozco quién tiene más piojos anidando entre sus pelambreras, ella o su perro; por ende, ignoro quién tiene las greñas y barbas más largas y sucias, él o su perro; tampoco se quién de los dos comerá menos hoy, ella o su perro.
Giro la cabeza hacia el kiosco de enfrente y me deslumbra una batería de titulares de todos los colores:
Estamos preocupadísimos con tantas siglas políticas, DUI, CIU, ERC, PSOE, PNV, PP, C´S, JPOD, etc.; estamos turbados con los problemas de financiación autonómica, hartos de procesos inútiles, desconcertados con tantas tramas en las que se perdió tanto papel moneda, confundidos con los delirios ocultivos de porcentajes de mordidas, hastiados de sueldos y más sueldos de empleados nuestros, que hemos votado y que trabajan más bien poco por nuestro bienestar; turbados con demasiados golpes de pecho, que normalmente suenan a hueco, porque el corazón que tenía que recibirlos, hace tiempo que se secó; todo eso que nos avasalla para que no nos hagamos la pregunta que todos tendríamos que hacernos...
¿Quién se morirá antes, él o su perro?
¡PAÍS!
¡PAÍS!
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