Siento esplĂn de cuando se hablaba por el telĂ©fono que estaba en el taquillĂłn del salĂłn encima de un tapetito.
Siento esplĂn de jugar al fĂștbol a la salida del colegio marista y llegar a casa como si fuera una presa de pescado enharinada y lista para freĂr.
Siento esplĂn de las visitas a la Farmacia de Rossi, para todo el cĂșmulo de cosas importante que hacĂamos allĂ.
Siento esplĂn de las vueltas por el porche de la iglesia, con sueños amorosos mientras comĂamos pipas.
Siento esplĂn de los paseos al Seminario, con la pandilla, y el grupo flok.
Siento esplĂn de esas actuaciones fantĂĄsticas que hacĂamos con el grupo de Enrique, Oyotna five?, rebotica?.
Siento esplĂn, esto solo algunas veces, del trabajo en el banco y la caja; eso sĂ, siempre siento esplĂn de los buenos compañeros.
Siento esplĂn de mis hijos pequeños, bebĂ©s, cuando empiezan a andar, a hablar, cuando los dormĂa en mis hombros tarareĂĄndoles marchas de Semana Santa.
A veces, siento tambiĂ©n esplĂn, de los buenos amigos que se fueron para siempre.
Siento esplĂn de tantas cosas, y es en lo que se ha convertido esa melancolĂa, que a veces estĂĄ demasiado lejana.
EsplĂn: MelancolĂa que llega a producir tedio, (supongo que por lo que falta). RAE
Siento esplĂn de mi abuela Encarna y de mi mata de pelo ¡Coñe!. |
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