Esta conversación es común en el pueblo, más que nada, porque allí se conoce y nos conoce todo el mundo; no así en la capital donde no se conoce a casi nadie.
¿Cómo? ¿Murió? ¿Pero cuántos años tenía?
Y empiezan las explicaciones, explicaciones que se dan más de cincuenta veces por lo menos, expresando la edad del fallecido/a y de qué murió.
Todos y todas sabemos en nuestras propias carnes lo fatigoso que es eso, pero son trámites comunes.
Has de revivir momentos, en algunas ocasiones, dolorosísimos, muchas, muchas veces; y les dices la edad, y te contestan que no era tan mayor, y les dices que sufrió mucho, y entonces se conforman.
¿Qué importan los años que tenía? Ya no está.
Lo que realmente importa es comprobar que, a fin de cuentas, la mejor edad de la vida era cuando estaba viva.
¡Gracias a todos por las condolencias tras la muerte de mi madre! D.E.P.
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Foto de mi amiga Juani Mora, |
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