El paso del tiempo, ese juez
inapelable de nuestra existencia, intenta cambiarlo todo, quiere ser dueño y
señor de nuestros destinos; pero hay días o momentos en nuestra vida en los que
por mucho que lo intente, no puede conseguirlo.
El tiempo nos roba continuamente;
nos hurta lo más principal nuestra vida, nos quita los cabellos, nos estafa con
su color volviéndolos blancos, nos afana la agilidad, la vista, nos sisa poco a
poco la salud; mas todo esto, anoche fue en vano; porque el tiempo, lo que no
se lleva, lo engrandece, lo hace imperecedero, y lo deja grabado para siempre
en lo más profundo de nuestro ser.
Anoche, tuve la suerte de cenar
con mi familia; esa que tengo desde hace cuarenta años, celebramos el “pescaito”
del Club Sevillaban, nuestra caseta de feria familiar de la Feria de Sevilla.
Una caseta adornada con
farolillos de cielo y mantones de nubes, alumbrada con retazos de luna. Allí
estuvimos todos, los que estamos por aquí todavía y los que se tuvieron que
asomar a la noche sevillana para estar como todos los años con nosotros. Estuve
en la certeza de que nada había cambiado, que teníamos puesto máscaras que nos
modificaban el rostro de hace cuarenta años; percibí el aroma de los ducados
que se fumaban Juan Chapresto y Miguel Sánchez; estuve bailando con Sebastián
Franco, me emocioné con los cantes de mi querido Agustín, brindé con mi
compadre Cárdenas, acaricié encarecidamente el cartón de la calva de Eduardo, y
realicé el saludo de toda la vida con mi amigo Rafael Ruiz, beso en la yema del
dedo corazón. Oí otra vez la voz ronca de Lozano, escuché los improperios de
Claudio Carrascal, volví a escuchar de labios de Palomo, el clásico BouLí, vi
bailar sevillanas al pequeño pero grande Luis, estuve un rato charlando con
Manolo Perea y con su hijo Antonio, abracé a Gervasini y Morón, y descubrí en las
fisonomías de los más jóvenes las caras de sus padres, pero sin la máscara del
tiempo. No me cabe más familia en este texto, el alma es un disco duro mucho
más grande que el de este ordenador; por lo que prefiero guardar en ella el
recuerdo de todos mis compañeros del Banco de Sevilla, ahí nunca se perderán con
el tiempo ni le atacarán los virus, ellos también son mi familia, os quiero.
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