Hace una semana tuve que compartir con mi madre unos días en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, en principio nada grave, ya está en casa, pero he tenido que estar doce mañanas al lado de ella.
Yo tomo una pastilla que sirve de diurético por la mañana y tengo que ir al baño varias veces durante ese período, además, para ahorrar agua y energía me acercaba a menudo a la fuente de agua fresca rellenando la botella solo unos tres dedos, para que no se calentara y hubiera que tener que tirarla.
Frente a la fuente de agua fresca están los servicios que deben utilizar los acompañantes, que no debieran usar los servicios de las habitaciones que ya utilizan los enfermos.
En esos servicios (de señoras y señores) no había distinción de género, ni lenguaje inclusivo, ni discriminación de sexo; tanto en la parte del lavabo como en el reservado del retrete, no iba una vez que no estuvieran ambas luces encendidas.
¿Hay mayor despilfarro de energía eléctrica que dejar encendidas las luces del lavabo cuando entres para su utilización?
¿Hay dejadez más supina, de poco compromiso con el gasto y el medio ambiente?
Y un día, y otro día, y una visita, y otra, y siempre tres o cuatro luces encendidas desde no sabemos cuándo que me entretenía en apagar.
Le propuse a una buena amiga, que si tenía oportunidad, hiciera la gestión de valorar la instalación de interruptores que apaguen la luz en un tiempo prudencial. Esperemos que se pueda.
¡Ah, y de la peste a tabaco dentro del cubículo del retrete que sale hasta el pasillo no voy ni a hablar, tanto unos como otras, cada uno que la califique como le apetezca!
Foto de mi amiga Juani Mora. |
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