¡QuĂ© fĂĄcil es opinar!
En todos estos programas de radio y televisiĂłn en los que los tertulianos dicen hasta del color que son sus calzoncillos o sus bragas, depende de cuĂĄl sea el caso.
Cuando el seleccionador de fĂștbol, o el entrenador de turno de tu equipo, pone a quien no le parece bien a la gente, hay una catarata de opiniones en los programas deportivos que no sĂ© si escucharĂĄn los interfectos.
Lo mismo pasa con la religiĂłn, cuando se pone una norma o una regla, hay una cantidad de opiniones, a favor, en contra, modificativas, en fin, miles.
Y con la polĂtica pasa tres cuartos de lo mismo.
Porque lo que si es verdad es que no es lo mismo opinar que actuar.
Opinar es gratis, fåcil y puede hacer mucho daño si no es una opinión constructiva.
Y actuar, contempla que te tengas que implicar, que tengas que echar la pata para adelante y comprometerte.
Referente a los timones de los barcos hay un proverbio griego que lo dice todo.
Muchas opiniones hunden a los barcos.
Foto de mi amiga Isabel RodrĂguez Camacho. |
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