El otro día estuve viendo una entrevista en el Hormiguero a Alfonso Guerra.
A sus 83 años, ni tiene pelos en la lengua, ni miedo a nadie, y por supuesto una solera y una inteligencia bárbara.
Habló de muchas cosas, sobre todo de la amnistía y del sr. Puigdemont, de sus compañeros de partido, y de los de los otros partidos.
Tuvo recuerdos para sus compañeros asesinados por ETA en tiempos pasados e incluso rememoró las horas que estuvo recluido en una habitación del congreso de los diputados con una metralleta apuntándole en la boca durante la madrugada del 23F.
Pero lo que más me enterneció es cuando se hizo humano hablando de su nieta pequeña.
El amor a un hijo es una cosa y supongo, que el amor a un nieto, sobrepasa esas expectativas.
Lo que más me llegó fue cuando habló de la responsabilidad.
Cuando a una persona mediocre, en el sitio donde está, se le da una responsabilidad, tiene dos caminos: uno hundirse y otro erguirse en líder y asumir esa responsabilidad cumpliéndola con creces.
Pero también dijo que está la segunda cara: cuando una persona es un gallito, se muestra superior, y está por encima de todos y le cae una responsabilidad importante, también tiene dos caminos.
Por tanto, una gran responsabilidad puede hacer líder a un mediocre, o enterrar para siempre en el olvido a un líder de pacotilla.
Y lo mejor, o lo peor de todo, es que las responsabilidades hay que cumplirlas.
Foto de mi amiga Juani Mora. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario