Érase una vez un joven pastor llamado Pedro que tenía un gran rebaño.
Pedro, además de cuidar a su rebaño, se entretenía en mentir a sus vecinos.
La vida pasaba en la pradera hasta que un día las mentiras se volvieron contra el.
Se divertía engatusando a sus vecinos...
¡Socorro el lobo, que viene el lobo!
La gente del pueblo cogió lo que tenía a mano y se fueron a auxiliar a Pedro, pero él, cuando llegaron, se burló de ellos porque no había lobo ni nada.
Los aldeanos se enfadaron y se fueron a sus casas.
Se dio cuenta, mientras que se reía todavía de lo ocurrido, que el lobo se estaba acercando, y empezó a gritar de nuevo:
¡Socorro, el lobo, que va a devorar a mis ovejas!
Pero sus gritos fueron en vano, era ya muy tarde para convencer a los aldeanos de que había venido el lobo.
Y mientras, el lobo se comió a muchas de sus ovejas y se llevó otras para la cena.
Aunque ya era tarde, Pedro se arrepintió profundamente de haber mentido a los aldeanos.
FIN.
Cualquier parecido con cualquier realidad es pura coincidencia.
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Foto de mi amiga Juani Mora. |
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