Queridos hijos, hoy día de Nochebuena os quiero decir algo:
Cuando yo era pequeño, tenía un espejo en el que mirarme, un espejo alto y con bigote, o bajita y con poco pelo, un espejo en el que me veo reflejado cuando yo me miro en uno de los de cristal.
En ese espejo veía reflejados: la honestidad, la capacidad de trabajo, la pasión por la música, la creatividad, el amor y dedicación por su familia, la espiritualidad y la lucha contra las adversidades.
Ese espejo eran: mi padre y mi madre.
Ahora que estáis en la madurez, y eso significa que mi tiempo se va recortando, espero que algún día estéis orgullosos de este ya ajado espejo.
Siempre, desde que tengo uso de razón reflejé a la honradez, reflecté a la honestidad, reverberé la capacidad de trabajo, evidencié la pasión por la música, la creatividad (altamente rebasada por vosotros), mostré una alta espiritualidad, y evidencié un gran amor por los míos.
Espero haber sido, y seguir siendo hasta Dios quiera, ese espejo donde miraros; es difícil, esta vida cada vez es más complicada, pero la esencia viene a ser la misma, hombres de bien.
Deseo que algún día seáis espejo donde se puedan mirar vuestros hijos, si así lo queréis, si no reflejad vuestra luz al mundo.
Os quiere...
Vuestro padre.

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