El otro dĂa estuve en urgencias del Hospital Virgen de RocĂo de Sevilla mĂĄs de siete horas, esperando resultados de analĂticas y observaciĂłn.
EstĂĄ todo bien, pero habĂa que asegurarse.
Llegamos mi madre, la enferma, y dos acompañantes.
Mientras mi madre pasaba a consulta yo tuve que esperar fuera del hospital, y cuando pasó a la sala de espera, me deslicé hasta la ventana de la sala prefabricada y añadida, para poder hablar con ellas y respirar un poco del frescor del interior, el calor en la calle era insoportable.
Cual fue mi sorpresa cuando descubrĂ que habĂa mĂĄs de un hombre, y mĂĄs de dos y mĂĄs de tres y mĂĄs de cuatro que no se quĂ© hacĂan en "urgencias".
Unos estaban acostados en los sillones de espera, profundamente dormidos, otro en el suelo tapado con una sĂĄbana, y alguno dando una cabezada apoyado en su guitarra.
Nos vinimos al amanecer el dĂa, y seguĂ sin comprender que hacĂan estos señores en la sala de espera de las urgencias del Hospital Virgen del RocĂo.
Ah, eso si, yo no pude entrar a sentarme un rato hasta las cuatro y media de la mañana.
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