Eres, como si fueras la
protagonista de una película de Alfred Hitchcock, me persigues desde que tengo uso de razón.
Siento tu presencia a mi lado, como una espía furtiva, que quiere enterarse de
todo lo que me ocurre, de todo lo que siento, de todo lo que vivo; el eco de tu
respiración, tintinea continuamente en mis oídos; presiento tus pasos que me
acosan sin tregua.
Solo me siento seguro, y casi puedo
evadirme de ti, cuando estoy en casa, con las luces apagadas, tapado hasta las
cejas con la sábana y protegido por un techo seguro.
En la calle, es otro cantar; en
cuanto salgo a la puerta, ya estás detrás mia, como un perrito faldero,
hostigándome con tu oscuro aliento y me es imposible despegarme de ti.
Sé, que no tiene remedio; que seré
tu prisionero hasta abandonar este mundo; día a día (como la película de la
marmota), apareces tras de mí, y así continuamente.
Eso sí, al empezar a brillar la
luna, es difícil encontrarte a mi alrededor, te difuminas, porque no eres un
animal nocturno; también en los días de tormenta y lluvia, te arredras con el
agua, y te escondes como un vil ladronzuelo; entonces, solo entonces, me siento
liberado de ti, aunque sea solo por unas horas. No obstante, y pensándolo bien, tampoco está mal tu compañía; no queda otra.
Que Astarté vele por vuestro día, para que una maldita sombra no lo oscurezca demasiado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario