Normalmente te araƱas la cara cuando piensas, meditas, recuerdas, o sientes algo delante del espejo.
Normalmente te la araƱas de arrepentimiento.
Normalmente te la araƱas de rabia.
Normalmente te la araƱas porque no te explicas cĆ³mo es posible, que despuĆ©s de todo lo que has dado, de todo lo que te has ofrecido, de todo lo que has querido a una persona, de todo lo que te has volcado con algo o con alguien; al final, al final...
¡Todo ha quedado en nada!
Los surcos producidos por los araƱazos son quizĆ”s bastantes mĆ”s profundos, si lo que has entregado ha sido mucho amor y lo que has recibido es desprecio o incomprensiĆ³n, o simplemente no has recibido, nada.
Hay personas que tienen la cara destrozada de tanto araƱƔrsela, hay hombres y mujeres que ya con el maquillaje de la compostura o los buenos modales no pueden llegar a ocultar los araƱazos, y optan por colocarse una mƔscara de porcelana.
Las buenas personas normalmente tienen la cara muy araƱada de tantas decepciones que se llevan a lo largo de su vida, de tantos sinsabores, y de tantas desilusiones.
Si me permitĆs un consejo...
Cuando aflore en vosotros el virus de la decepciĆ³n, del desengaƱo, del desencanto, de la frustraciĆ³n, del dolor, cuando os mirĆ©is al espejo, y los notĆ©is en vuestra cara...
¡No araƱaros la cara, por Dios!
AraƱad la que se refleja en el espejo, harƔ el mismo efecto, pero no os dejarƔ marcados.
Bueno, sĆ³lo se os quedarĆ” marcada el alma.
Foto de mi amiga Juani Mora. |
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