Desde muy pequeños, cuando comenzamos a tener uso de razón, empezamos a desear hacer cosas.
Yo tuve ganas de ser torero, pero después me dieron mucho miedo los bichos, hasta los perros, y así no se puede, no se puede.
Yo tuve ganas de ser empleado de un banco, incluso tenía mi máquina de escribir con dos o tres años, eso al final si lo conseguí, estuve casi cuarenta años en la máquina, y después en el ordenador.
Yo tuve ganas de ser miembro de un grupo rock, en este caso del embrión del grupo Los Escarabajos, lo conseguí por poco tiempo, porque la vida, la familia y el trabajo me llevaron por otros derroteros. Menos mal, que de vez en cuando, me puedo echar un cantecillo con el grupo.
Yo tuve ganas de ser locutor de radio, y de hecho estuve algún tiempo, pero como en el caso anterior, la vida, la familia y el trabajo me llevaron por otros caminos.
Yo tuve ganas de ser buen padre, y de hecho sigo intentándolo.
Yo tuve ganas de ser buen compañero de viaje, pero la compaña no fue constante, hasta hace unos años.
Yo tuve muchas ganas de ser capataz de un paso de Semana Santa, hice mis pinitos de pequeño, pero las circunstancias no fueron propicias para ello.
Siempre he tenido ganas de ser muchas cosas; ahora, desgraciadamente no puedo hacer todo lo que quisiera; pero lo cierto y verdad, es que cuando muchos y muchas no han llegado o llegado a poco; yo he llegado y he rozado muchas cosas en mi vida.
El secreto consiste en intentarlo siempre, siempre y siempre.
El: ¡No puedo! No es un verbo que debiéramos conjugar nunca.
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