Los supositorios, palabra que proviene del latín "suppositorium" (algo colocado debajo), ofrecen una alternativa eficaz a los métodos tradicionales de administrar un medicamento: por la boca, en forma de pastillas, jarabes o disoluciones; por inhalación, en forma de pulverizaciones, y por inyección. Existen muchas razones por las que el médico puede echar mano de ellos.
El motivo más obvio es para tratar enfermedades o lesiones en el recto y el ano. Los supositorios, además, son recomendables en los casos de los que, el fármaco en forma de tableta, pueda ocasionar irritación gástrica u otras alteraciones digestivas, o cuando el mal que se está tratando provoque vómitos continuos.
Por último, los medicamentos administrados de esta forma se absorben hacia la circulación sanguínea más lentamente que por la boca, lo que resulta beneficioso en la cura de ciertos males.
No hay nada mejor que un supositorio a mano, pero hay males, sobre todo políticos que necesitarían carros de supositorios. ¡Ofú!
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Foto de mi amiga Toñi Domínguez |
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