Cualquier niño, cualquier persona, en cualquier cultura, tĂș mismo; si cortas un trozo de carne, te lo introduces en la boca, lo masticas detenidamente y posteriormente te lo tragas, nadie podrĂĄ negar nunca que estĂĄs comiendo; puedes comer de dieta, con gula, con moderaciĂłn, despacio; pero comer, comes.
Tampoco podrĂĄ nadie negar, que con una pelota, al tenis, al pĂłquer, al ajedrez, con la vĂdeo consola, se juega; podrĂĄs hacerlo mĂĄs tiempo, menos tiempo, estar enganchado o hacerlo esporĂĄdicamente; pero jugar, juegas.
Pues exactamente igual hay que decir de los que trasgreden el quinto mandamiento.
Lo pueden hacer en una guerra, en defensa propia, con frialdad, con alevosĂa, en venganza, por miedo, infringirlo a mujeres, a niños, a hombres y ancianos, con violencia de gĂ©nero o con cualquier gĂ©nero de violencia, borrachos, drogadas, enajenados temporalmente, o simplemente porque estĂĄn asĂ de envenenados o envenenadas.
Podrån tener atenuantes: de modo, forma, estado u ocasión; o también, agravantes por los mismo motivos, pero lo cierto y verdad es que matar, matan.
El nombre para aplicar a esta execrable pråctica es "matar"; después la podemos, la pueden o la podrån apellidar cada uno como quiera.
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